miércoles, 16 de julio de 2008

Dejad que los niños vengan a mí.

Fuente: Grupo Arbeit

"Dejad que los niños se acerquen a mí" es el hermosísimo precepto evangélico con que el personaje literario Cristo aunaba, por vez primera, la pedagogía, el proselitismo cristiano, la lujuria y el puro y duro bussines con que durante unos cuantos siglos la curia de toda laya viene vaciando las cabecitas de los tiernos infantes al tiempo que les colma sus cuerpecitos de amor. Hete aquí algunas cuentas y cuentos al respecto que atestiguan una parte de este negocio pedófilo (que quiere decir, strictu sensu, "amor a los niños", que como bien se ve en la antedicha máxima es una obligación cristiana por naturaleza, ¡qué se estaban pensando!).
En 2003, la archidiocesis de Bostón pagó a quinientos cincuenta y dos querellantes de pederastía el monto de ochenta y cinco millones de dólares. Desde 1990, la misma archidiócesis lleva pagados, por el mismo concepto, ciento diez millones de dólares. De los demandantes de 2005, unos doscientos acusaban a los ensotanados de sodomía, que como todo lector versado sabrá designa la introducción de objetos o miembros anatómicos diversos en el ano, usualmente el pene erecto, con el fin de proporcionarse, usualmente, mutuo placer sexual entre, usualmente, adultos. Usualmente esta práctica se considera pecado por los jerarcas de las tres religiones salvíficas. Adivine el mismo lector avezado qué parte de los usos usuales se han saltado los curitas para dar pie a las querellas interpuestas y a las indemnizaciones millonarias que acallaran las potenciales investigaciones judiciales (molestas, estas sí, como palos insertos en el culo de la curia). Por su parte, la diócesis de Providence, Rhode Island, obra en su debe la cifra de ocho millones cien mil dólares en el mismo concepto a favor de treinta y seis querellantes; la de Manchester, New Hampshire, pagó en total nueve millones trescientos veintiocho mil dólares a ciento setenta y seis querellantes y la de Louisville, Kentucky, pagó a cada querellante sententa y seis mil dólares por la misma virtuosa interpretación del amor a los niños. Y todo esto sólo en los USA, donde, según se rumorea, los niños en general, y mucho más los hijos de familias católicas, son unos mocosos mimados a los que sus papas los llevan a la Iglesia vestidos para matar con tal de sacarse un sobresueldo. ¡Que no será en otras latitudes mucho menos gazmoñas donde a los niños y niñas se las prostituye por mucho menos y donde la formación legal de los papases y las mamases es inversamente proporcional a su desesperación económica! Para la prueba del botón pueden, los lectores avisados, bucear en la biografía de santos varones como Marcial Maciel (fundador de los Legionarios de Cristo) o el cardenal Alfonso López de Trujillo (presidente de, ahí es nada, el Consejo Pontificio para la Familia en Roma). En definitiva, y hasta lo que va de día, podríamos imaginar que el libro de caja vaticano pudo hacer aproximadamente este apunte, que en ningún caso supone una lista exhaustiva, pero donde reflejamos otros éxitos indemnizadores excluidos de más arriba porque nuestro objetivo es ilustrar pero sin abrumar:
ISTITUTO PER LE OPERE DI RELIGIONE
(INSTITUTO PARA LAS OBRAS DE RELIGIÓN, MÁS CONOCIDO COMO BANCO VATICANO)
CONCEPTO DEL SACRO GASTO: PEDOFILIA DE LOS CLÉRIGOS GRINGOS
BOSTON: 110.000.000$
PROVIDENCE: 8.000.000$
LOUISVILLE: 8.000.000$
MANCHESTER: 9.000.000$
FALL RIVER: 5.000.000$
PORTLAND: 53.000.000$
TUCSON: 22.000.000$
------------------------
TOTAL: 215.000.000$
Esta cifra, aproximada, se reparte desigualmente (no todos los sodomizados tuvieron igual fortuna, económica se entiende) entre mil ciento siete querellantes, que como puede Vd. imaginar no fueron lamidos, sorbidos, toqueteados o penetrados por un sólo curita de apetito sexual monstruoso (¡el Nacho Vidal de los confesionarios, sería!), aunque al padre John J. Georghan, de la archidiócesis de Boston, le denunciaron nada menos que ochenta y seis. De esta cantidad de supuestamente abusados (supuestamente, tanto en cuanto ninguna investigación se cumplió), el devoto católico querrá sustraer, con la boca chica de la desvergüenza, a una buena parte, pues es probable, nos argumentará, que no todos los que están sean; a lo que replicará el descreído informado que mucho más probable es que ni por asomo todos los que son estén. En cualquier caso, es una lástima que el sagrado derecho de los individuos a enriquecerse a toda costa nos haya privado de las oportunas investigaciones que nos dieran una cifra, aunque fuera muy aproximada, del número y tipo de abusos cometidos, para que pudiéramos hacer constar aquí que a tanto fue cada tocamiento y a tanto cada sodomización. Esos detalles escabrosos habrán quedado para los oídos misericordes de los confesores, imaginamos. Tal investigación, más que nada, habría ayudado a lograr una medio cabal exposición de cómo anda la cotización en este particular mercado, que es lo que cualquier publicación económica científica merece. Este balance sólo podría escandalizar a los espíritus más finos de entre los meapilas, aquellos que prefieren ignorar qué hacen sus correligionarios durante las vacaciones en Tailandia y sus párrocos durante la catequesis, pero que reclaman a los gritos la emasculación para los otros pederastas, esas sucias alimañas que están excluidas en cuerpo y alma (sobre todo en cuerpo) del Santo Instituto para las Obras de Religión, que con dineros tapa los pecados y con rezos otorga absoluciones. Porque en cualquier caso, y en esto los católicos no son caso aparte en los tiempos que corren, aunque sí claro ejemplo de la constante hipocresía del doble rasero, ya se sabe que una cosa es el dinero y otra la moral. Ni la cifra más abultada lava un pecado tan horrísono como abusar de la inocencia de un niño, cuando menos del propio pupilo espiritual de uno. Para ese servicio de lavandería se inventaron, claro está, los avemarías, los padrenuestros, las dispensas papales y los cilicios bien pretos, también capitalizados por el mismo Santo Instituto. Como se ve, sólo un malnacido materialista podría confundir ambos asuntos poniendo precio al sexo de estos angelitos terrenales, aunque estamos obligados a comprender que, llegado el caso, todos preferimos un resarcimiento económico a uno moral, ¡como que la moral no paga al psicólogo ni la hipoteca ni llena el depósito ni franquea la entrada al paraíso de un Disneyworld! Tal comprensible escrúpulo materialista, siempre denostado por la curia, nos priva, en fin, de calcular con un mínimo de exactitud en qué tanto por ciento cada donativo participa en la cristiana obligación de perdonar los bajos instintos de los representantes de su dios aquí en la tierra. Pues esta es la segunda parte del asunto, la del HABER, la de los paganini, que aquí nos interesa.
En cuanto a este otro capítulo de las finanzas celestiales, replicamos aquí unos datos procedentes de las declaraciones del cardenal Sergio Sebastiani, presidente de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede (el Pedro Solbes de la Blanca Paloma, vaya), que anunció que las finanzas vaticanas concluyeron en 2005 con un saldo positivo de once millones de dólares, que es el mejor resultado en ocho años, pues sólo a partir de 2004 habían logrado superávit después de tres años consecutivos de pérdidas. A nada que el lector desee cotejar fechas, comprobará que la sacra recesión vaticana coincide con los años en que a los papases y a las mamases gringas les dio por hacerse los estrechos (de espíritu, se entiende). ¡Y quién dijo que el pecado no se acaba pagando caro! ¿No lo pagó caro, y bien caro, la Santa Sede? Parece que no. El mismo año 2004 en que, según la propia información económica del Santo Instituto, la Iglesia católica de Roma obtuvo por primera vez superávit, la diócesis de Portland, en Oregón, se declaró en bancarrota con el fin de esquivar el pago de la sobredicha indemnización de cincuenta y tres millones de dólares. Tras esta bancarrota, y por los mismos motivos, se sucedieron las de las diócesis de Tucson y Spokane. Lo que no impidió a la cuentas vaticanas, en esas mismas fechas, demostrar una salud de hierro, resistente como la de un papa polaco tras un tiroteo, y ofrecer el antedicho superávit. De todos modos, ¿de dónde salen los dineros para estos beneficios anunciados sin vergüenza por la más noble y pía Institución y estas indemnizaciones tan generosas como necesarias para el perdón civil de los pecados? Que nosotros sepamos, la industria vaticana es tan raquítica que sólo produce encíclicas, santos, estampitas y otras ostias; por lo que tantos y tantos millones no pueden proceder del honrado trabajo, del sudor de la frente digamos, de la curia. ¿De dónde entonces? Quizá es que en vez de panes y peces lo que los purpurados saben multiplicar son billetes. ¡Miracolo, miracolo, hubo ganancias donde debiera de haber pérdidas! Matrona del tanto por ciento, que hace parir dinero al dinero, la Santa Institución posee dos fuentes declaradas de ingresos, siempre en concepto de donaciones. La primera es el "óbolo de San Pedro", como artísticamente llaman a las colectas de los feligreses (como el impuesto revolucionario que la Blanca Paloma nos pasa a todos los españoles, vaya), que sumó en 2005 cincuenta y cinco millones de dólares; y la otra, las del canon 1271 del código del derecho canónico (cuyos ingresos proceden, entre otras cosas, de alegrar funerales y arruinar bautizos y comuniones promoviendo una parcelita en la vida eterna(1)) por la que el Santo Instituto percibió veintiséis millones de dólares. Entre los países más dadivosos con la Apostólica Matrona del Tanto Por Ciento, está, en quinto lugar, España. Poco parece siendo nuestra benemérita piel de toro tan católica como nos predican. A pesar de de ser la cuna de la guerra santa de los Reyes Católicos, la beatífica persecución de judíos y moriscos, Torquemada, el sacro genocidio de las Américas, el pío brazo armado de la Contrarreforma de Felipe II, la sagrada cruzada franquista contra el bolcheviquismo, la caridad bien entendida del Opus Dei y el concordato socialista con la Santa Sede por el que todo español no católico le suelta una buena mosca a nuestra bienamada Conferencia Episcopal, la caterva católica es tan rácana con los cepillos limosneros de sus parroquias que España no llega a ocupar sitio en el podium de los estados más caritativos; lugares de deshonor que ocupan, del tercero al primero, Alemania, Francia y... ¡Estados Unidos! Escalofríos y convulsiones de endemoniados nos dan pensando que el buen feligrés de, pongamos, Charleston haya estado pagando con su óbolo de San Pedro y su misa de difunto una parte de las estériles eyaculaciones pecaminosas y contra natura del ensotanado John J. Georghan sobre el hijito de un correligionario de Boston (2). Aunque por los motivos que preceden (y otros que a continuación desgranamos) jamás podremos calcular la cuota de participación individual en este asunto, papá y mamá católico, les damos este consejo: ¡aléjense del cepillo! Y ya que están, salgan de su iglesia, cierren y tiren la llave. Pero es difícil saber, afirmamos, de las cuentas vaticanas (como de otras tantas cuentas; en asuntos económicos es mejor que la feligresía permanezca siempre en la feliz ignorancia de la fe), aunque saberse sí se sabe que el Vaticano figura en un ranking tan difícilmente conciliable con la cacareada y falsa naturaleza de esta institución como el del tanto por ciento de pedófilos en su seno: el Santo Instituto es el octavo paraíso fiscal del mundo, por delante de las Bahamas, Suiza y Liechstenstein. En virtud de una legislación estatal que imposibilita rastrear el origen financiero de sus depósitos, se calcula que el Vaticano es destino de unos cincuenta y cinco MIL millones de dólares aproximadamente de dinero negro italiano. Como es más fácil parar el sol en el firmamento, como dice la Biblia que hizo Yavhé para que su pueblo elegido contemplara a su sazón una masacre bélica, que lograr hacer razonar a los creyentes abducidos por esta tan pía casa, y cualquier información contraria a la Santa Sede siempre es sospechosa de torcitera ante los ojos de sus feligreses comeostias, diremos que estos datos proceden del London Telegraph y del Inside Fraud Bulletin (y es recogida, a su vez, por Vallejo, en su opúsculo "La Puta de Babilonia"). Con todo esto, podemos imaginar que en el libro de caja vaticana, con letra trémula de piadosa emoción pecuniaria, se pudo apuntar, en 2005, esto:
ISTITUTO PER LE OPERE DI RELIGIONE - 2005
CONCEPTO DEL SACRO INGRESO:
DONATIVO DE LOS CRÉDULOS: 85.000.000$
DINERO SUCIO: 55.000.000.000$
------------------------------------
TOTAL: 55.085.000.000$
Aunque la lista del DEBE suma indemnizaciones desde 1992 (Fall River) hasta 2005 (Boston o Tucson) y la del HABER lo son sólo de los ingresos declarados por el Vaticano exclusivamente en el año 2005, las cifras son lo suficientemente grandes para hablar por sí solas y dejan a las claras una parte importante de para qué sirve el dinero que con abnegación dona la feligresía. Harían bien las parroquias en sustituir el vulgar cepillo por un monaguillo en porreta al que le pudieran ir llenando de billetes los calzones. Al menos, se ganaría en claridad. De todos modos, y a pesar de las campañas mediáticas limosneras a que nos tiene acostumbrados, por ejemplo, la Conferencia Episcopal Española, el mayor caudal, ¡y con qué diferencia!, de ingresos del Instituto para las Obras Religiosas, procede de lugares menos inocentes y estúpidos que las aportaciones de la pobre canalla. Para colmo de cinismo, y sabiendo algo de economía, (y aun no sabiéndolo porque cualquier director de la sucursal del banco de su pueblo se le podría decir) los bancos están para hacer negocio, que para dar limosna y hacer caridad... ya está la parroquia (es decir, el dinero de los parroquianos). El Istituto per le opere de religione es un banco central de un Estado, el Vaticano, que supone un paraíso fiscal y en esa calidad está para hacer dinero, y no para salvar almas: ¡eso es asunto de rezos y plegarias! Y ya sabe Vd. cómo es el capital financiero y en qué está inmerso de principio a fin: el que no gana a cualquier costa, sin parar en barras en qué hay que hacer para ganarlo, sólo puede perder. Pero por si lo ignora, lea Vd. la prensa, que con la crisis hablan cada vez más clarito. Por lo demás, nuevos escalofríos y convulsiones de endemoniados nos dan de sólo imaginar en qué no invertirá una institución carente del menor escrúpulo a la hora de paralizar a golpe de talón una investigación de pederastía con mil ciento siete querellantes, mil ciento siete niños y niñas abusados, dejando en la calle a los responsables de tal espanto que podrán recaer una y otra vez en su santo vicio. Ya lo decíamos antes, ya lo cacarea una y otra vez la Iglesia: una cosa es el dinero y otra bien distinta la moral. Dos milenios de fe cómplice y criminal les han permitido ser expertos prestidigitadores en ambos asuntos. Despierte, señora; atento, caballero. El capitalismo es así, la Iglesía es así: primero se pone el culo y después la mano. Y sólo con mucha suerte te echan algo.

(1) La sede la revista cristiana del siglo veintiuno, sita en una parroquía frente a una de las esquinas del estadio Santiago Bernabeu, en Madrid, anunciaba su negocio con un cartelón en lo más alto del campanario con esta máxima: "Gánate un ático con vistas al cielo". Este negocio inmobiliario desconoce la crisis. El canon 1217 del derecho canónico establece que los obispos de cada territorio deben enviar al Vaticano una ayuda económica según las posibilidades de cada cual.
(2) Los datos que siguen corresponden al ejercicios fiscal (y espiritual) del 2007 y ayudan a corroborar que la idea fundamental de la ralea católica gringa es "sostenella y no enmendalla":
CONCEPTO: ÓBOLO DE SAN PEDRO O DONATIVO DE LOS CRÉDULOS
TOTAL 79.837.843
$ESTADO: CANTIDAD (% SOBRE EL TOTAL)
EEUU: 18.725.327$ (28,29%)
ITALIA: 8.600.000$ (13%)
ALEMANIA: 4.000.000$ (6%)
ESPAÑA: 2.700.000$ (4,1%)
FRANCIA: 2.400.000$ (3,6%)
IRLANDA: 2.200.000$ (3,3%)
BRASIL: 1.441.987$ (2,1%)
COREA: 1.055.701$ (1.6%)
Además el Vaticano declaró haber recibido un donativo de 14.000.000$ de un generoso donador anónimo. ¡Catorce millones de dólares de una sóla persona que renuncia a dar su nombre! ¡Más de lo que aporta toda Italia! Piensen mal, muy mal, y acertarán.
CONCEPTO: CANON 1271.
TOTAL: 29.552.843$
ESTADO: CANTIDAD (% SOBRE EL TOTAL)
ALEMANIA: 9.300.000$ (31,5%)
EEUU: 8.300.000$ (28,3%)
ITALIA: 5.500.000$ (18,9%)
AUSTRIA: 1.100.000$ (3,75%)
CANADÁ: 3.460.000$ (3,46%)
ESPAÑA: 939.000$ (3,18%)
COREA: 681.000$ (2,3%)
¿No les parece significativa la tacañería de los obispos españoles (que ganan sus dineros con la COPE, por ejemplo), frente a la generosidad de sus feligreses (y no feligreses, ay, por desgracia).

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