domingo, 11 de enero de 2009

El racismo en las aulas crece contra latinoamericanos y asiáticos

Antifeixistes
Seis de cada diez adolescentes creen que la inmigración trae más delincuencia La encuesta escolar sobre xenofobia detecta un rechazo radical a los 'ilegales'
MIGUEL RUBIO MURCIA

La encuesta escolar sobre Actitudes ante la Inmigración y Cambio de Valores augura que el camino hacia la integración será largo. Porque el rechazo que expresan las nuevas generaciones respecto a otras razas es aún elevado. Por primera vez, son los marroquíes los más perjudicados por la xenofobia, y desplazan a los gitanos, que era el colectivo que mayor rechazo recibía. Ambos grupos son los que despiertan más recelos entre los adolescentes, sin embargo le siguen de cerca los latinoamericanos, que es el colectivo que más ha crecido en esta radiografía del racismo. Ahora son el doble los escolares que se muestran partidarios de echarles del país (un 24,7% frente al 12,6% de hace cuatro años). Además, un 11,6% dicen que les molestarían como compañeros de clases (en el 2002 ese porcentaje era sólo del 3,7%) y un 16% afirma que no les permitiría entrar a España para trabajar. Asiáticos y negros de África son los otros dos colectivos marcados por la cruz de la xenofobia. También los europeos del Este (especialmente los rumanos) han sufrido un deterioro grave de su imagen.
El sentimiento expresado por los adolescentes en esta encuesta sirve para hacerse una idea de lo que piensa la sociedad en general, pues los jóvenes «son esponjas que absorben lo que ven a su alrededor», según indica el autor de la investigación, el catedrático Tomás Calvo Buezas. Este antropólogo dirige el Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (CEMIRA) de la Universidad Complutense de Madrid, que lleva desde el año 1986 elaborando el citado estudio. Para la encuesta del 2008 se consultó a 10.507 escolares, de entre 14 y 19 años, de once comunidades autónomas. 1.240 de los alumnos entrevistados son murcianos.
Los resultados de la consulta son doblemente relevantes porque desde el año 2002 no se hacían públicos. Los atentados terroristas del 11-S en Estados Unidos dispararon los niveles de racismo. El sentimiento de islamofobia se generalizó. Por ello, se pensó que publicar los datos podría ser contraproducente. Ahora, con los ánimos más serenos, salen de nuevo a la luz, si bien el autor de la investigación advierte de que las conclusiones son aún «preocupantes». Así, más de la mitad de los encuestados (52,8%) opinan que debe expulsarse del país a los sin papeles. Calvo Buezas constata que «se establece, por primera vez entre los escolares, una división entre buenos y malos; de inmigrantes legales, sí; pero inmigrantes ilegales, no». Y añade: «Está calando en sus mentes y corazones el discurso público de una estigmatización, criminalización y satanización de los indocumentados».
La encuesta también revela que casi el 37% prefiere una España «blanca y de cultura occidental» e igual porcentaje exige «la asimilación completa» de los extranjeros. La inmigración carga con una imagen negativa en el ideario juvenil. El 50,8% de los chavales opina que los forasteros quitan puestos de trabajo, y seis de cada diez adolescentes (el 61,2%) dicen que aumentan los problemas de la droga y la delincuencia. Un 40,7% señala que con la inmigración se incrementa el terrorismo. Y ahora son más los que apoyarían «a un Le Pen español que echara a los marroquíes y negros» (del 10,7% en 1997 a un 20% en el 2008).
Los peligros de la crisis
El antropólogo Calvo Buezas detecta que «ha decrecido el imaginario romántico de una sociedad mestiza y multicultural». Y llama la atención acerca de que «el amor fraternal con los hispanoamericanos se ha roto; y el racismo es mayor aún si en la denominación latinoamericana se añade en el cuestionario indios de América o negros de América». Este detalle es especialmente significativo en la Región de Murcia, debido al peso que el colectivo hispanohablante tiene en el censo regional.
Pese a todo, el director del Centro de Estudios sobre Migraciones aporta un mensaje para la esperanza: el racismo no se incrementa al mismo ritmo que crece el número de inmigrantes. «Además, España es uno de las países de Europa que presenta un nivel más bajo de xenofobia», añade el investigador en declaraciones a La Verdad.
Eso sí, avisa de que la crisis económica puede disparar los conflictos. «Los más pobres son los que más van a sufrir. Sus manos son su único recurso y la falta de trabajo puede llevarles a una situación desesperada. Pueden surgir disputas interétnicas pero también con los colectivos más desfavorecidos socialmente», indica Calvo Buezas.
Ante esta situación, no existen fórmulas mágicas. Este experto sostiene que la convivencia requiere «un esfuerzo de ambas partes» y recuerda que la inmigración enriquece económica y culturalmente.
El número de inmigrantes aumenta, pero a un ritmo más lento
El número de inmigrantes registrados en España sigue creciendo, pero ese incremento experimenta un ritmo más lento, según se desprende del último informe elaborado por la Secretaría de Estado de Inmigración. A fecha del pasado 30 de septiembre, el número de extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor era de 4.274.821. Además, respecto al trimestre anterior, ganaban peso los ciudadanos procedentes de la Europa comunitaria y se mantiene, e incluso cae, el número de inmigrantes de los otros continentes. El colectivo nacional con más presencia es el rumano (715.750) seguido del marroquí (681.829) y del ecuatoriano (387.927). En la Región de Murcia, había 189.163 inmigrantes documentados.
El colectivo Convivir sin Racismo critica que "faltan políticas integradoras"
Los resultados del último trabajo del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (CEMIRA) son «descorazonadores», según valora el colectivo Convivir sin racismo. Su portavoz en Murcia, Medinaceli Parrilla, achaca el elevado rechazo a los inmigrantes a la «falta de políticas integradoras» y considera que la opinión de los adolescentes «es un reflejo de la sociedad en la que viven». Apunta que ahora que la población inmigrante ha llegado a los institutos «la convivencia puede reproducir más los estereotipos porque están más cerca». Parrilla critica que en la Región «se potencia la asimilación, pero no la integración».
También el profesor Calvo Buezas dice que la convivencia requiere un doble esfuerzo: la sociedad acogedora debe reconocer el trabajo que realizan los inmigrantes; y éstos a su vez tienen que saber agradecer esa acogida que se les ofrece.
El antropólogo también llama la atención acerca de la importancia de los discursos públicos en la prevención del racismo. El investigador recuerda la islamofobia que se desató tras los atentados del 2001 en Estados Unidos. Sin embargo, ese sentimiento racista no experimentó un rebote cuando Madrid sufrió la masacre terrorista del 11-M, en el 2004. «La fobia antimarroquíes -recuerda- se rebajó un poco debido a una pedagogía pública eficaz de crear un discurso correcto de 'terroristas, no / inmigrantes, sí'. El discurso de racismo militante contra los marroquíes es hoy algo menor que tras los atentados del 2001 y el 2004».
ECHARÍA DE ESPAÑA...
A marroquíes: 46,9% (en el 2004) y 39,1% (en el 2008): -7,8%.
A gitanos: 29,5% (en el 2004) y 27,4% (en el 2008): -2,1%.
A latinoamericanos: 12,6% (en el 2004) y 24,7% (en el 2008): +12,1%.
A asiáticos: 13% (en el 2004) y 23% (en el 2008): +10%.
A negros de África: 16,5% (en el 2004) y 21,6% (en el 2008): +5,1%.
A judíos: 17,9% (en el 2004) y 18,8% (en el 2008): +0,9%.
NÚMERO TOTAL DE INMIGRANTES
1986: 180.000.
1993: 450.000.
1997: 600.000.
2002: 1.977.000.
2004: 2.900.000.
2008: 5.200.570
La base visceral del racismo es resistente a la educación
Un experimento ilumina la raíz del prejuicio racial más inconsciente
JAVIER SAMPEDRO - Madrid - 09/01/2009
El racismo que colonizó la Alemania de Hitler no tiene nada que ver con la biología, salvo por la metáfora del virus ideológico. Pero los neurólogos distinguen con claridad ese fenómeno racional de otro racismo inconsciente, similar a una fobia y producto de la evolución de nuestros ancestros. Un experimento psicológico con personas de varias etnias ilumina hoy una de las mayores fuentes de dolor y destrucción de la historia humana.
Kerry Kawakami y un equipo de las universidades norteamericanas de York, Yale y British Columbia presentan hoy los resultados en la revista Science. El experimento consiste en preguntar a un grupo de personas (por ejemplo, blancos) cómo se sentirían si presenciaran tal o cual situación racista.
Y después someter a otro grupo distinto de blancos a esas mismas situaciones racistas en la vida real (una simulación con actores). El resultado se deriva de comparar lo que la media de la gente dice con lo que la media de la gente hace ante la misma situación. Los científicos dan este rodeo estadístico para evitar que los mismos sujetos que responden la pregunta tengan después que reaccionar ante la misma situación, un experimento que no diría nada útil.
Por ejemplo, los investigadores preguntan a un grupo de blancos (no-negros de varias etnias, en realidad) qué sentirían si otro blanco les dice "mira que es torpe ese puto negro". La mayoría (83%) asegura que se sentiría molesto y que eludiría la compañía del racista. Pero cuando otro grupo de blancos presencia la escena realmente, el 63% elige al racista como compañero para un trabajo.
Los psicólogos descartan que se trate de un caso masivo de cinismo. La mayor parte de los voluntarios muestra signos convincentes de haber asimilado realmente el resultado de décadas de educación, campañas cívicas y convivencia en las ciudades norteamericanas. Los autores creen que las opiniones antirracistas que manifestaron en las pruebas eran sinceras.
La interpretación de Eliot Smith, de la Universidad de Indiana, y Diane M. Mackie, de la de California en Santa Barbara, se basa en las identidades múltiples. Todos oscilamos entre varias identidades posibles, y son las emociones, no la razón, las que delatan la identidad que predomina en cada situación. Por ejemplo, si una mujer se siente feliz por el ascenso de una competidora en la empresa, es que su identidad de "mujer" domina sobre la de "individuo". De manera que, aunque piensen racionalmente lo contrario, los blancos tienden a adoptar emocionalmente la identidad de "blancos" ante una situación racista. "El resultado no me sorprende", dice el presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Alberto Fernández de Liria. "Hay una distinción muy bien establecida entre el racismo como doctrina, al estilo del propugnado por Hitler, por ejemplo, y el racismo instintivo o visceral, más similar a una fobia. La diferencia entre los dos experimentos se debe a que, en las distancias cortas, son las emociones las que dominan".
"El racismo ha sido adaptativo en el pasado de la especie", prosigue el psiquiatra. "Por inaceptable que resulte en nuestro mundo, debemos entender que la aversión al extraño está enraizada en nuestra fisiología, tanto como la fobia a las serpientes, casi universal en la especie. Pero eso no quiere decir que la tendencia no sea reeducable. Sabemos que lo es, aunque con esfuerzo, y también conocemos la importancia de que los niños crezcan juntos"."El resultado no es sorprendente", coincide su colega Pau Pérez, especializado en la cuestión. "La falta de reacción ante la situación racista de la vida real tiene explicaciones muy simples. La principal es que las reacciones emocionales primarias, las inmediatas, sólo se disparan al percibir una amenaza, y en este experimento no la hay". Pérez también subraya la inutilidad de ignorar el componente biológico del racismo. "La respuesta defensiva a lo distinto es un mecanismo etológico fundamental [un comportamiento regulado por la evolución]. Si los experimentadores esperaban que la educación y la cultura hubieran suprimido esa respuesta fisiológica, realmente estaban pidiendo demasiado. Pero la educación puede canalizar estas tendencias. Y más importantes aún son las experiencias comunes, que los niños compartan las aulas".
Antirracistas, pero no en la práctica
Un estudio demuestra que las actitudes de discriminación racial generan más reacciones en la teoría que en la realidadAINHOA IRIBERRI (Público) - Madrid - 09/01/2009 08:00
Salvo algunos miembros de organizaciones de supremacía blanca, pocas personas asumen en público su condición de racistas. En general, la mayoría de los ciudadanos manifiesta que, ante un acto de discriminación racial, se enfadaría y daría la espalda al agresor racista. Pero eso es sólo la teoría.
Así al menos lo demuestra un trabajo publicado hoy en Science, en el que se pone de manifiesto que, a pesar de lo que se dice, a la hora de la verdad ni el enfado es tal ni la condena a la persona racista se materializa. Un equipo dirigido por la profesora de Psicología Social de la Universidad de York (Canadá) Kerry Kawakami lo ha demostrado en un estudio en el que participaron 120 voluntarios.
Como en otros experimentos psicológicos, los participantes fueron enfrentados a una situación sin saberlo. En concreto, se les hizo entrar en el laboratorio para, en teoría, rellenar unos cuestionarios. Poco después de comenzar, dos estudiantes tardíos entraron en la estancia: uno blanco y otro negro.
Incidente racista
Este último se levantó de su sitio y salió de la sala para, en teoría, recoger su teléfono móvil olvidado fuera. En el camino, golpeó ligera e involuntariamente la rodilla del participante blanco. Los investigadores establecieron dos escenarios: en el primero, el blanco afirmaba, una vez que el negro abandonaba el aula,: "Típico; odio cuando los negros hacen esto". En el segundo, exclamaba: "Torpe nigere_SDRq [algo así como "negro de mierda", el peor insulto para los afroamericanos en Estados Unidos]".
A continuación, el negro volvía a la sala y empezaban los falsos cuestionarios. En la siguiente fase de la prueba, a los participantes se les pedía elegir un compañero entre las dos personas que habían protagonizado el incidente racista. El 63% de los encuestados de procedencia multiétnica, aunque ninguno negro escogió al blanco a pesar de los comentarios racistas.
Pero el trabajo no acabó ahí. Los investigadores preguntaron a otra remesa de participantes qué harían si presenciaran una situación como la vivida en el laboratorio. Y los resultados fueron muy diferentes: sólo el 17% de estos voluntarios declaró que escogería como compañero al hombre blanco que había hecho los comentarios racistas, un porcentaje muy por debajo del observado en el grupo que se enfrentó de verdad a la situación.
Según los autores del trabajo, este da las claves de la perpetuación del racismo cuando, en teoría, es una actitud que goza de pocos simpatizantes. Diversos estudios han demostrado que los racistas que sufren consecuencias por su actos discriminatorios son mucho menos proclives a repetirlos. Tal y como apuntan los investigadores, al suceder esto mucho menos de lo deseado, los racistas no se reprimen y las actitudes se perpetúan en el tiempo.

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